Las palabras son bellas de por sí, pero hay veces que unidas convenientemente dan lugar a pequeñas obras de arte, base y motor de lo cotidiano. Intentemos brillar, aunque para ello, hagan falta algunas lentejuelas…
Category Archives: Desde mi objetivo
«Come fly with me…»
Poco queda del antiguo barrio de Little Italy en Nueva York. Pero lo poco que queda huele a cannoli y Marsala…
Mientras Chinatown avanza como el gran gigante que es y el dim sum sustituye poco a poco los gnochis, Little Italy sigue guardando en Mulberry Street la esencia italiana de esta zona de Manhattan.
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Y no entiendo todavía muy bien por qué, pero paseando por allí, cámara en ojo, me vienen a la cabeza, como en la banda sonora de las películas, los acordes de las canciones de los años 50, cuando Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr. bebían junto a las más bellas mujeres de la época cantidades ingentes de Jack Daniel´s.
Hace tiempo que los señores de la SGAE me enseñaron que quitarles a los otros lo que no es tuyo es feo, muy feo, que nunca debía cometerse semejante delito, y que era bueno, muy bueno, predicar con el ejemplo, así que como persona honrada y obediente os remito al siguiente enlace para escuchar la banda sonora del post, una de mis canciones favoritas de Frank Sinatra “Come fly with me”…
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Antes de que a San Gennaro vengan a sustituirlo farolillos rojos y dragones multiculores, imaginemos por unos instantes a Dean Martin alzando su vaso de whisky y declarando: “Soy americano y estoy profundamente orgulloso de todo lo italiano que hay en mí. Sin embargo, estoy aún más orgulloso de todo lo escocés que hay en mí…”
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¡Ay de “Big Mike” (Michele Miranda, uno de los capos de la mafia que «trabajaba» en el barrio) si levantase la cabeza!…
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Yo, mi, me, conmigo, selfie
Confieso que cuando alguien me apunta con una cámara, es peor que si lo hiciera con una magnum del calibre 44. Odio que me fotografíen. No sé posar, mi cara se transforma en una mueca que no corresponde con ningún gesto propio o natural, y sufro horriblemente queriendo colocarme pelo y michelines. No hablemos de las arrugas cuarentañeras de las que disfruto. Un calvario.
Pero la fotografía, ese arte mágico, tiene sus contradicciones. La primera vez que me ví obligada a hacerme una foto a mí misma, temblé de pánico escénico. Cual sería mi sorpresa, cuando al situarme delante de la cámara, disparador remoto en mano, una ligereza desconocida invadió mi cuerpo y mi mente, y comencé a apretar frenéticamente el mando. No tenía a nadie delante de mi, únicamente el objetivo de mi cámara, y caí en la cuenta de que podía hacer lo que se me antojara sin que nadie me lo reprochase, desde muecas infantiles, a intentar poses de modelo. Resultado: disfruté como una loca.
El selfie (de nuevo un anglicismo, estos fotógrafos están todos locos) o autorretrato es un ejercicio fotográfico casi imprescindible y sobre todo, muy recomendable por diversas razones:
1.- Se dispone de un modelo siempre a nuestra disposición: uno mismo.
2.- Empatizamos con el que normalmente está del otro lado: nos ponemos en el lugar del modelo.
3.- Ensayamos poses que podemos guardar como futuras referencias para nuevos retratos.
4.- Trabajamos diferentes aspectos de la técnica fotográfica: manejo de la luz, pruebas con distintas profundidades de campo y velocidades de obturación, uso del trípode y del mando remoto…
5.- Desarrollamos nuevas composiciones y por lo tanto nuestro potencial creativo sin ningún juez a la vista, más que nosotros mismos.
6.- Antes de que nadie las vea, ya esconderemos ligeramente esas arruguillas durante el proceso de edición (ligeramente, tampoco es cuestión de aparentar 10 años menos, sino de sentirse un poco más favorecido).
¿Qué método utilizar para la práctica del autorretrato?
Como siempre, cada uno puede utilizar el que más le convenga o más se adapte a sus posibilidades. Detallo a continuación las etapas que yo sigo:
1.- Preparo el “escenario”. Un lugar con buena luz natural matizada es esencial. El uso de reflectores también es importante. Dejo cerca de mi todos aquellos “complementos” o “props” que me puedan servir.
2.- Sitúo trípode y cámara delante. Un buen trípode estable es importante. Activo en mi cámara la función de disparo con mando y un retardo de 2 segundos (así me da tiempo a esconder el disparador en la mano y que no salga en la fotografía). Por cierto, tengo dos disparadores remotos que compré en eBay a un precio irrisorio.
3.- Coloco al sufrido “Sinforoso” (un enorme oso de peluche de cuando mis hijos eran pequeños) en el lugar que yo me voy a situar, y preparo mi cámara. Ajusto sensibilidad, velocidad de disparo y apertura de diafragma ( procuro utilizar una apertura media, para que no me quede nada desenfocado).
4.- Quito a “Sinforoso” y me coloco yo en su lugar. Importante: el disparador remoto en la mano. Compongo la pose y disparo.
5.- Al cabo de un rato empiezo a desvariar y río como una loca de mis propias tonterías.
Por último, me gustaría recomendar el trabajo de una fotógrafa excepcional. Para mi, una de las reinas de los selfies: Julia Dávila. Si queréis ver su trabajo en Flickr, podéis pinchar aquí.
Si alguna vez habéis sentido que la cámara era vuestro peor enemigo, probad a practicar con los selfies o autorretratos. Veréis la diferencia.
Próximo post: Magia a un par de clicks, Fotos vintage con el modo de mezcla Exclusion.
Olinda, la perla de Pernambuco
Ultimamente he estado repasando los 7 pecados capitales. No sé si con el afán de pecar menos, o muy al contrario de darme a la perdición definitivamente. La cuestión, es que entre ellos no aparece el pecado de la imaginación. Y claramente es un vicio, un mal vicio.
Recife, capital del estado de Pernambuco, Brasil. La imaginación, con una claridad meridiana, sueña apasionadamente con playas de aguas turquesas y cristalinas, calles de coloridas casas, cielos brillantes y brisa cálida meciendo las palmeras, mientras uno saborea PEREZOSAMENTE una caipirinha al son de una samba. Días de lujo en un hotel tropical. Solamente el nombre, Recife, ya invita a hacer las maletas y salir pitando hacía allí… Dicen algunos que es la pequeña Rio de Janeiro. Por supuesto, y yo soy Sofía Loren. ENVIDIA cochina.
Uno llega a Recife, capital del estado de Pernambuco, Brasil, y la imaginación agacha las orejas ante la realidad. Sudando literalmente a chorros bajo un sol abrasador, ni una sola palmera se mece al viento, mientras con ojos desorbitados observas el océano de un sospechoso color marrón plagado de tiburones, que se relamen LUJURIOSAMENTE a la vista de carne fresca. Ni rastro del colorido soñado, ni huella del maravilloso hotel, ni medio acorde de samba.
Perdónenme todos los recifenses (esta vez he buscado el gentilicio en la wikipedia, más me hubiera valido hacerlo antes), no quisiera provocar su IRA, pero mi experiencia (tal vez haya sido una mala experiencia y estoy perdidamente equivocada) hubiera sido nefasta si no llega a ser porque a pocos kilómetros de allí, el municipio de Olinda (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982), me salva de semejante descalabro de mi tumultuosa imaginación.
Y como no hay mal que por bien no venga, y gracias a esos días pasados en Recife, gentileza de mis jefes, conocí Olinda. Para mi grata sorpresa, llegué, casi sin quererlo, a una preciosa ciudad colonial de las más antiguas de Brasil.
Plagada, esta vez sí, de casas llenas de color, de luz, de alegría. De preciosas y SOBERBIAS construcciones barrocas llevadas a cabo por holandeses y portugueses, en su AVARICIOSO afán por dominar el lugar, a orillas del océano Atlántico. Mercadillos de artesanía, y vendedores ambulantes de bebidas frías. Samba, capoeira, y cerveza, mucha cerveza (por aquello de reponer líquidos perdidos a causa del aplastante calor) ¿GULA?
Si me pierdo algún día, que no me busquen en Recife, habré tomado el autobús 910, camino de Olinda, dónde he dejado un trocito de la inocencia de mi IMAGINACIÓN.
Todas las fotografías que aparecen en esta entrada, por supuesto, son de Olinda, la perla de Pernambuco. Por otra parte, pido perdón por la calidad de algunas de ellas. No tenía mi cámara conmigo en Olinda, sino la cámara de Guillermo, mi hijo de 9 años. Así que ¡¡Gracias cariño!! Sin tu cámara este post no hubiera sido posible.
Still Life: Instrucciones de uso
Cuando cierro los ojos y me recuerdo de niña, en mi cabeza surge la imagen de los miles de tubos de colores que mi madre guardaba en su caja de pinturas, el olor del aguarrás, y preciosos cuadros de bodegones llenos de colores, lilas, margaritas, hortensias, manzanas y cerezas que llenaban las paredes de mi casa.
Y como el ser humano en el fondo es muy simple, y en concreto una servidora todavía más, hoy en día una de las mejores terapias que conozco es la fotografía de still life. Lo mismo que hacía y todavía hace mi madre, lo repito yo para regocijo de mi alma y mi salud mental, cámara en mano, o en trípode, mejor dicho.
El bodegón de toda la vida, ha pasado a denominarse Still Life, por obra y gracia de esta manía que tienen los fotógrafos por los anglicismos. Con estudiadas composiciones de elementos más o menos cotidianos, luces y colores cuidadosamente elegidos, el que fotografía “construye” una imagen para después captarla con la cámara. Aviso: es una actividad altamente adictiva y una maravillosa terapia. Concentración y relajación garantizados.
Y como cada maestrillo tiene su librillo, paso seguidamente a explicar mi método para el máximo regocijo con el mínimo esfuerzo:
1.- Enciérrese uno en una habitación con un montón de luz natural. Asegúrese de que no va a ser molestado en una hora al menos.
2.- Prepare cámara, objetivos, reflector (para evitar sombras) y trípode. Importante éste último para la buena nitidez de la fotografía.
3.- Reúna una serie de elementos que le produzcan placer en los ojos y en el corazón. Por la razón que sea: por su belleza, por su valor sentimental, por que quiere guardar un recuerdo, o por que le combinan perfectamente con el resto ya sea por color o forma (un curioso ejemplo: las preciosas cápsulas de café de distintos colores. Quedan maravillosamente completando huecos y gamas tonales). Para mi funciona mejor trabajar con una paleta de color predeterminada. En caso contrario, me pierdo y empiezo a desvariar.
4.- Hágase con fondos y bases varias: telas bonitas, papeles decorados, bandejas de distintos materiales, cartulinas de colores… Tenga en cuenta su paleta de color, y el ambiente que quiera recrear.
5.- Ponga una música que le haga sacudir el esqueleto de vez en cuando, suavemente, nada de golpes de cadera violentos que pudieran afectar la estabilidad de la cámara.
6.- Empiece a jugar: combine todos sus elementos de las mil maneras posibles y bellas que pueda encontrar. Pruebe diferentes ángulos de toma con su cámara. Particularmente me gusta fotografiar still life de frente, en un ángulo de 45 grados o en un plano picado (situándonos por encima del objeto a fotografiar).
7.- Canturree, baile y fotografíe al mismo tiempo. Felicidad garantizada.
Próximo post: Tutorial de Photoshop en «Magia a un par de clicks»