¡Riiiiiiiiiing!
¿Digame?
Te vas a México. En 2 horas.
Llego al aeropuerto, dejo mis maletas…
¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!
Olvida México. En una hora a Nueva York.
Y se iluminan mis ojos.
15.30 (hora de Nueva York, seis menos que en España): Aterrizamos en JFK después de 7 horas y 15 minutos de vuelo.
16.15: Obviando mi segundo nombre, consideran que puedo ser una tal María Martín a la que buscan, me quitan el pasaporte y me meten en la “pecera”. No sé cuanto tiempo estaré aquí. Saco mi libro y me pongo a leer: “La fuerza del optimismo” de Rojas Marcos. Falta sí me va a hacer.
17.45: Ya no soy peligrosa. Puedo entrar en el país.
18.45: El tráfico de Nueva York, tan “fluido” como siempre hace el trayecto un poquitín largo, pero al fin estoy en el hotel.
18.46: No estoy en el hotel. Me explico: cómo no contaban con que fuera yo la que viniera no tengo habitación.
19.15: ¡Ya tengo una habitación! ¡Ya tengo una cama!
19.40: Me cruzo al deli de enfrente y me compro unas viandas requetecalentadas para cenar. ¿Qué importa? Esto es Times Square.
20.45: Caigo rendida en la cama y me duermo como un ceporrillo.
02.30: Noche cerrada. Abro los ojos. ¿Esto es todo? Vuelvo a cerrarlos bien, bien fuerte. Con este método es más que posible que vuelva a quedarme dormida.
03.30: ¡Narices con el método! Mejor me pongo a leer. De nuevo aquello del optimismo.
07.20: Se me acaba el libro y mi estómago se queja. Es urgente que baje a desayunar.
08.00: En la entrada del desayuno una amable señorita me pregunta amablemente si soy “Miss Cuesta” al ver mi número de habitación. Opto por lo más simple y miento amablemente como una cosaca: “YES, I AM Miss Cuesta”.
08.45: Me lanzo a la calle. Quiero ir a un supermercado de productos biológicos que se llama “Whole Foods Market”. La variedad y calidad de los productos es una maravilla, y del que, por cierto, no me llevo ningún tipo de comisión. Lo prometo.
09.30: Después de atravesar una marea de gente por la 7ª Avenida (¿Por qué todas estas personas se empeñan en ir en sentido contrario al mío?) llego al super. Me deleito delante de las estanterías como en el mejor museo neoyorquino. Salgo con la cesta llena y la tarjeta de crédito temblando.
13.05: La mañana se pasa en un abrir y cerrar de ojos paseando por Manhattan. Con este sol de primavera recorrer esta ciudad es todo un placer. De nuevo en la habitación doy buena cuenta de la ensalada que compré en el super: lechuga, fresas, almendras y queso de cabra ¡Una delicia! Hasta las tres tengo tiempo para descansar y meter arroz salvaje, piñones, cuscus israelí, guisantes secos, infusiones de jengibre y otras cosillas en la maleta.
15.30: No vuelvo a comprar tanto. Prácticamente me he tenido que sentar sobre la dichosa maleta para poder cerrarla.
16.30: El autobús nos espera. Volvemos al aeropuerto. Y prefiero no contarle a nadie que he pasado la mañana admirando coliflores y arroces de un supermercado de Nueva York.
Receta “tuneada” impunemente de 101 Cookbooks y realizada con el contenido de la maleta.
ENSALADA DE ARROZ SALVAJE Y ESPÁRRAGOS
Ingredientes:
1 taza de una mezcla de arroz integral y arroz salvaje
1 manojo grande de espárragos verdes
1/2 de taza de granos de maíz
1/2 de taza de guisantes secos
1 huevo
Para el aliño:
3 cucharadas de aceite de oliva virgen
1 cucharada de zumo de limón
1/2 diente de ajo picado
1/4 de taza de almendras en polvo
sal
pimienta
unas ramitas de cebollino fresco
1.- Cocemos el arroz, a ser posible en caldo vegetal. Para este tipo de arroz es mejor echar un poco más de líquido y dejarlo cocer hasta 40 minutos a fuego muy suave y tapado.
2.- Cocemos los espárragos al vapor hasta que queden al dente. Los cortamos en trozos pequeños, descartando las partes más duras. Cocemos los guisantes hasta que queden tiernos. Cocemos los huevos y los cortamos en cuartos.
3.- Preparamos el aliño: Batimos el aceite junto con el zumo de limón. Le damos un buen golpe al ajo con un cuchillo y después lo picamos muy menudo. Añadimos al aliño, así como las almendras en polvo. Sazonamos con sal y pimienta al gusto.
4.- En una ensaladera ponemos todos los ingredientes sólidos ya fríos reservando el huevo para decorar. Añadimos el aliño, mezclamos un poquito y decoramos con los huevos y el cebollino picado.
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“La vacuna más eficaz es la fuerza del optimismo” Luis Rojas Marcos.
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